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Fiebre y enfermedades estacionales: 6 consejos para madres y padres

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¡La fiebre no es una enfermedad! No debemos angustiarnos si aparecen unas décimas de fiebre: la fiebre es un mecanismo de defensa natural que el organismo activa para intentar resolver la infección en curso. El aumento de la temperatura inactiva virus y bacterias, y evoluciona como un ciclo.

Observa a tu pequeño, ayúdalo y quédate cerca de él/ella en cada una de las tres fases de la fiebre.

Fase 1: la subida

En esta fase nos encontramos frente a una producción de sustancias proinflamatorias como respuesta a las infecciones, que provocan aumento de la temperatura corporal, escalofríos y vasodilatación. Este es el motivo por el que el niño o la niña sentirá frío.

CONSEJOS ÚTILES: si tiene escalofríos y sensación de frío, cúbrelo con prendas cálidas.

Fase 2: el pico de la fiebre

Entrando en la fase avanzada, lo habitual es sentirse acalorados. La piel se nota caliente y enrojecida, y aparecen dolores musculares, dolor de cabeza e inquietud. La frecuencia cardíaca y la respiratoria pueden aumentar.

CONSEJOS ÚTILES: para darle alivio, moja una toalla y, después de haberla escurrido, apóyala en la frente, en la cabeza, en las muñecas y en las pantorrillas del peque durante algunos minutos. Puedes repetir este proceso todas las veces que consideres necesarias. No cubras demasiado al peque para no sobrecalentarlo más todavía.

Fase 3: la defervescencia

En la última fase, aunque aún se sienta calor y se note sudoración, la fiebre se reduce progresivamente y de forma muy rápida, hasta que la temperatura vuelve a valores fisiológicos.

Dejar que el organismo tenga la posibilidad de “soltar” la fiebre, sin inhibirlo, es saludable. La fiebre debe seguir su ciclo natural de subida y posterior defervescencia. De hecho, solo de esta forma tiene la posibilidad de llevar a la práctica todos sus mecanismos de defensa

Lavarse las manos previene la difusión de las infecciones.

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Consejos de carácter general

Entre los consejos de carácter general, se sugiere no cubrir excesivamente a los niños, de manera que se pueda contener el aumento excesivo de la temperatura y la consiguiente pérdida de líquidos y sales minerales, derivados de la sudoración. En particular, los recién nacidos, al tener un sistema de regulación de la temperatura todavía inmaduro, se visten de forma ligera con slips y camisetas, lo cual les ayuda a dispersar el calor.

Piensa también en el intestino

Hoy en día se sabe que en el intestino se encuentra cerca del 70% de las defensas inmunitarias y, para un niño, cuyo sistema inmunitario se está formando, tomar probióticos regularmente es fundamental, no solo para equilibrar la microbiota intestinal beneficiosa, sino también para favorecer el desarrollo de un sistema inmunitario sólido y eficiente, preparado para reaccionar frente a posibles ataques patógenos en un futuro.

El reposo y la convalescencia

No se deben subestimar el reposo y un período de convalecencia adecuado. Después de haber estado en la cama debido a la gripe, una buena convalecencia es indispensable para evitar ponerse enfermo de nuevo. Ya sea un resfriado o una gripe estacional, el organismo sufre una depresión inmunitaria a causa de la enfermedad que, en el caso de los pequeños, sucede en mayor medida debido a que sus defensas son inmaduras. Para retomar las actividades cuotidianas, el cuerpo debe recuperarse y, para recuperarse, necesita un período de convalecencia.

Es mejor evitar llevar de nuevo a los niños a la guardería y a la escuela antes de tiempo, así como abstenerse de reincorporarlos a sus actividades extraescolares ya que, aunque suponen un entretenimiento, pueden resultar pesadas. Por último, pero no menos importante, se debe enseñar a los más pequeños cómo llevar a cabo una correcta higiene de manos. Según la OMS, lavarse bien las manos supone la medida más importante para prevenir la difusión de las infecciones.

En seis píldoras

  1. Cubre bien la garganta y las orejas antes de salir, sobre todo en los días más fríos y ventosos.
  2. Espera que se recupere completamente antes de llevarlo a la escuela: evitarás recaídas, así como iniciar el círculo vicioso de propagación de la enfermedad entre los pequeños.
  3. Una posible falta de apetito no es casual, no hay que obligar al peque a comer si no tiene ganas: la comida hace uso del sistema inmunitario, haciendo que sea menos eficaz a la hora de dar respuesta a las afecciones.
  4. Aumenta el consumo de fruta y verdura para incorporar minerales y vitaminas (manzanas, peras, caquis, kiwis, granadas, naranjas, mandarinas, uvas, zanahorias, apio, brócoli, calabaza, achicoria, espinacas, hinojo, etc.).
  5. Asegúrate de que tenga un correcto nivel de hidratación, prefiriendo en su alimentación caldos vegetales y haciendo que beba mucho (los líquidos favorecen la eliminación de las toxinas producidas por la acción del sistema inmunitario sobre virus y bacterias).
  6. Limita el consumo de alimentos que favorecen la inflamación y la producción de moco, evita la leche y los lácteos (la caseína, las proteínas de la leche, son inflamatorias y responsables de la superproducción de moco.
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